“La moral, dijo Bentham, no es cuestión de complacer a Dios, ni es cuestión de fidelidad a reglas abstractas. La moral es simplemente el intento de producir tanta felicidad en este mundo como sea posible” (Rachels, 2006, p. 148).
La teoría del utilitarismo clásico está representada principalmente por David Hume, Jeremy Bentham, James Mill y John Stuart Mill.
El principio de utilidad es un principio moral fundamental que consiste en elegir las acciones que tengan mejores consecuencias, es decir, que proporcionen mayor felicidad y menor desdicha a todos (Rachels, 2006).
En relación con la libertad, el principio de utilidad “no debería restringir la libertad de los ciudadanos más de lo necesario” (p. 154). “El único fin por el cual es justificable que la humanidad, individual o colectivamente, se entrometa en la libertad de acción de uno cualquiera de sus miembros es la propia protección” (John Stuart Mill “Sobre la libertad”, citado por James Rachels p.154).
¿Podemos hablar de una ética del utilitarismo? “El utilitarismo clásico (…) puede resumirse en tres proposiciones: primera, las acciones se juzgan como correctas o incorrectas solamente en virtud a sus consecuencias (…). Segunda, al evaluar las consecuencias lo único que importa es la cantidad de felicidad o infelicidad que se crea (…). Tercera, la felicidad de cada persona cuenta por igual” (p. 164).
Los anti utilitaristas cuestionan si solo importan las consecuencias o si la felicidad es lo único importante. Argumentan que deben tenerse en cuenta otros valores como la justicia, los derechos y las razones retrospectivas. Las razones retrospectivas se refieren a la importancia de las consideraciones acerca del pasado como el cumplimiento de las promesas.
Como ejemplo del conflicto entre el utilitarismo y la justicia menciona que en los casos de los disturbios raciales el linchamiento de un inocente podría ponerles fin.
La ética basada en el utilitarismo es exigente, ya que se requiere mucha fuerza de voluntad para desestimar una acción que te beneficia en favor del bienestar general. El utilitarismo también socava nuestras relaciones personales, el hecho de tratar a todos por igual ignora los sentimientos que tenemos hacia las personas cercanas (amigos y familiares), a las que de manera natural la priorizamos, siendo más tolerantes con sus faltas y flexibles con las normas, cosa contraria cuando se trata de personas desconocidas.
Aunque, por una parte, se señala que el utilitarismo es de sentido común, en tanto que es una guía para escoger normas (el utilitarismo de la regla). Los más radicales dirán que “no se puede confiar en el en el sentido común” (el utilitarismo del acto).
James Rachels incluye a los seres no humanos en la valoración del bienestar.

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